El miércoles pasado di una sesión online en directo y en abierto para mostrar al resto del mundo cómo era SinOficina por dentro, cómo había ido creciendo hasta superar los 200 miembros en este primer año y qué podían esperar quienes quisiesen pertenecer a este coworking online.
Ya en el tiempo de descuento, Eduardo, uno de los asistentes, me lanzó la pregunta: «¿Cual es tu vision a 5-10 años con este proyecto?»
Era una pregunta que ya había contestado en mi cabeza cada vez que tenía que tomar una decisión importante.
«La visión de SinOficina no es ser la comunidad de emprendedores online más grande en habla hispana... sino ser la más valiosa. Y esa es la diferencia clave. Cuando tu visión es ser la más grande entonces lo que buscas es conseguir gente. Cuando tu visión es ser la más valiosa entonces lo que buscas es conseguir a la gente adecuada».
Pero, ¿quién era la gente adecuada?
Lógicamente tenía que ser gente que trabajase sin oficina o buscase hacerlo. Freelance, emprendedores con negocios total o parcialmente digitales, trabajadores en remoto y nómadas digitales.
Pero para que SinOficina fuese la comunidad más valiosa tenía que ir más allá de ser un grupo de gente con distintos perfiles y experiencia. Tenía que estar compuesta por gente excepcional. Sin importar cuánto facturasen o cuántas startups habían montado, habían de ser personas que entendiesen la filosofía de co-laboración, de co-nectar, de co-mpartir conocimiento y de co-crear de un co-working.
A partir del momento en que definí la visión del proyecto, toda decisión posterior resultó mucho más sencilla. Toda acción de marketing iría encaminada a atraer a las personas que definirían la cultura de esta comunidad y a “esquivar” a las que pondrían ponerla en peligro.
Comencé por la propia página. El copy o texto de venta debía ser realista y transparente. Sin promesas de ganar pasta en internet ni revoluciones vitales. ¡Qué c*jones! Esto es un coworking online. Ese copy no atraería a tanta gente, pero sí a la correcta.
¿Y dónde encuentro a esa gente? Lo lógico era empezar por mi lista de correo. Tantos años criticando ciertas prácticas en mi blog e intentando decir las cosas como las pienso tendrían que haber ahuyentado a la gente que busca generar ingresos pasivos en pocos meses para trabajar en hamacas desde las playas de Tailandia.
¡Y funcionó! Aquellos primeros 40 sinoficiners plantaron la semilla de la cultura de la comunidad actual: colaborar en lugar de competir, crear en lugar de quedarse en las ideas y conectar en vez de simplemente compartir espacio.
Poco a poco, el número fue creciendo por el boca a boca. Resultó que los propios miembros eran los mejores filtradores, lo cual era bastante lógico: si la mayor parte del valor que obtenías en SinOficina era por su comunidad, únicamente querías recomendarlo a gente que pudiese sumar al grupo y no aquellos que solo entrarían para exprimirlo.
Seguí tomando decisiones que, aparentemente, no tenían demasiado sentido porque ralentizaban el crecimiento del proyecto. Como la de limitar el número de nuevos registros a un 20% mensual durante los primeros 6 meses para asegurarme que esa cultura no se perdía.
También la de negarme a ser entrevistado en blogs o canales que fomentaran valores contrarios a los que queería asociar SinOficina, a pesar de que eso me cerraba puertas a audiencias más grandes.
O dejando bien claro en la página web y en la presentación del miércoles pasado qué no es SinOficina.
En cada decisión que he tenido que tomar durante este año siempre he tenido presente la visión del proyecto para cuestionarme: «¿Esto a la larga hará la comunidad de SinOficina más grande o más valiosa?»
Todo indica que vamos por el buen camino. Y eso me da fuerzas para seguir persiguiendo esta meta.
Y tú, ¿has definido la visión de tu proyecto?