A pocas horas de dejar Birmania estoy tumbado en mi cama, obligándome a escribir esta entrada porque no había publicado nada en las últimas dos semanas. Lo cierto es que prácticamente no he tenido tiempo. Ha sido un viaje más intenso de lo que me hubiera gustado pero lleno de pequeñas y grandes cosas, de esas que siguen apareciendo en tu cabeza de cuando en cuando, absorbiéndote, y haciéndote sonreir.
Me quedo con el recuerdo de recorrer en moto las calles de Mandalay, abarrotadas de gente que nos observaba atónitos. Me quedo con los niños que nos encontramos de camino al lago Inle. Me quedo con la señora mayor que nos acompañó al hotel cuando nos perdimos y a todos los que nos ayudaron en algún momento del viaje. Me quedo con Shwe Kyi y la familia que nos acogió. Me quedo con los amaneceres desde lo alto de las pagodas en Bagan. Me quedo con el simpático taxista de Naypyidaw que nos enseñó la ciudad de los generales y con el guía birmano que conocimos en Kalaw. Me quedo con la comida, los búfalos de agua y los longyi. Me quedo con las conversaciones con los monjes budistas de la colina de Mandalay y los templos de Yangon. Y me quedo con toda la gente que nos sonreía, nos saludaba y nos gritaba "hello!" a nuestro paso.
Me quedo con el pueblo birmano que le ha dado a este viaje un hueco privilegiado en mi memoria y sabiendo que algún día, como el soldado británico del poema de Kipling y la canción de Frank Sinatra, encontraré de nuevo mi camino a Mandalay.
For the wind is in the palm trees
And the temple bells they say
Come you back, you British soldier
Come you back to Mandalay.
- Frank Sinatra | On The Road To Mandalay
PD: Acabo de llegar a Sydney. Desde aquí volaré a Auckland para viajar alrededor de Nueva Zelanda durante un mes a base de autoestop y couch surfing 🙂 Voy actualizando más a menudo en mi página de Facebook: Filosofía Nómada y dejo las reflexiones para el blog 😉