Hoy es uno de esos días en los que no sé qué escribir.

Me han insistido muchas veces en que si tengo un blog tengo que tener también un calendario editorial. A ser posible con varias entradas en buffer, para así siempre tener algo que publicar.

Pero como lo que termino compartiendo el domingo suele estar tan influenciado por la propia semana, y todavía me resulta bastante j*dido esto de predecir el futuro, acabo encontrándome demasiados sábados (o domingos por la mañana) frente a una pantalla en blanco sin saber sobre qué escribir esta vez.

Una cosa es segura: trabajo mejor bajo presión. Aunque esto ya lo sabía yo de mis años universitarios; mi rendimiento la noche anterior al examen era sobrenatural. Lástima que en una carrera como arquitectura esto no fuese suficiente la mayoría de las veces, pero eso ya es otra historia.

En fin, Bosco, céntrate.

Mi vida ahora mismo es bastante monotemática. Desde que volví de Colombia en agosto no he viajado al extranjero y no creo que lo haga hasta bien entrado el 2019. No hay más que pasarse por mi Instagram para comprobar que no he compartido nada desde hace meses. ¿Para qué usa la gente Instagram cuando no viaja o produce contenido creativo? Ahora estoy más en Twitter y le estoy cogiendo el gustillo. Curioso que prefiera Instagram cuando viajo y Twitter cuando emprendo. Bueno, en realidad no es tan curioso.

Esto no quiere decir que no esté disfrutando de esta etapa. El proyecto de SinOficina me apasiona. Aunque no sé hasta qué momento podré seguir llamándole “proyecto” porque ya somos 60 miembros en menos de 3 meses, así que va para largo.

Estos últimos días he estado creando los grupos de mastermind.

El haber vivido desde dentro la burbuja del emprendimiento me ha hecho obsesionarme con fomentar la acción y la creación dentro de la comunidad. La materialización de la idea tiene premio. ¿Por qué voy a mostrar los testimonios de siempre («oh, sí, esto mola mogollón») cuando puedo mostrar sus proyectos reales?

Luego vino el canal de Progresos para animarnos a compartir los pequeños pasos y las últimas sesiones del año donde compartiremos nuestros objetivos con el resto de miembros.

Así que ahora, para continuar con esta filosofía enfocada a la acción, estoy creando grupos de 2 a 4 personas con proyectos en la misma fase y con el mismo modelo de negocio de manera que tengan entre ellos un seguimiento más cercano y puedan así motivarse, ayudarse y hacer crecer sus proyectos juntos.

También he creado sub-comunidades por ciudades dentro de SinOficina para informarse de eventos, aconsejar lugares de trabajo o quedar a tomar algo. Ya son cuatro las ciudades y en Valencia hicimos la primera quedada hace unas semanas. Este jueves haremos otra quedada en Barcelona.

En fin, creo que ya he hecho un breve repaso de los últimos días. Es increíble ver cómo está evolucionando el proyecto y esto es en gran parte por las ideas que surgen desde la propia comunidad que a mí no se me habrían ocurrido.

«Solo caminarás más rápido, acompañado llegarás más lejos»

Nunca entendí tan bien el proverbio como ahora.

* * *

PS: Si sueles leerme sabrás que el hecho de ser minimalista me hace no ser demasiado fan de los regalos físicos que se hacen por cumplir en Navidad. Así que se me ocurrió hacer esto. ¿Se te ocurre alguien?

Pasar de vivir en Madrid a tener mi base en Murcia ha sido una buena decisión en muchos aspectos, pero es cierto que al principio me sentí más “desconectado” que viviendo en la capital.

Me faltaba un lugar como el Campus de Google para ir a trabajar con mi portátil rodeado de gente como yo y eventos más específicos donde conocer a otros emprendedores online. Pero esta carencia fue la que originó que, por un lado, crease el primer coworking online de habla hispana y, por otro, idease una manera de hacer “networking en remoto”.

Si podía trabajar online, ¿por qué no iba a poder “virtualizar” el tomarme un café con quien quisiera?

Pensat i fet —pensado y hecho— como decimos en Valencia. A principios de año me había propuesto conocer a alguien nuevo cada semana. Y hoy, casi un año después, puedo decir que ha sido una de las mejores ideas que tuve.

En el mejor de los casos he hecho nuevos amigos, compañeros de mastermind o han surgido colaboraciones profesionales.

En el peor de los casos hemos pasado un buen rato conversando.

¿Cómo lo hice? Pues no tiene mucho misterio: Cada vez que navegando me encontraba a alguien que podía ser interesante conocer le proponía hacer una videoconferencia (por Skype o similares).

Así, a lo bruto.

¿Y sabes cuántas negativas obtuve después de todo este tiempo?

Cero.

Obviamente esto tiene “truco”. Y si tú quieres replicar esto te aconsejaría que tuvieses en cuenta un par de detalles:

1 / Busca gente con la que realmente pienses que vas a conectar. No se trata de ir a la caza de influencers sino de personas como tú con las que tienes un nexo en común, sean los valores o la temática de vuestros proyectos.

2 / Puedes currarte un mensaje larguísimo explicando quién eres y por qué emplear una hora de su tiempo hablando contigo... o puedes tener una presencia online que lo haga por ti. De nuevo, no se trata del número de seguidores que tengas en las redes sociales sino de tener, por ejemplo, una página web que sirva como tarjeta de visita y que muestre de manera auténtica y transparente quién eres y qué aportas al mundo.

3 / Y siempre, siempre, busca situaciones de ganancia mútua (win-win), aunque sea simplemente dando una opinión honesta y constructiva. Al fin y al cabo las relaciones humanas están basadas en la confianza y en el equilibro entre lo que das y lo que recibes.

¿Qué te parece? ¿Has hecho algo similar últimamente?

Puesta de sol del centro histórico de Estambul desde Kadıköy, al otro lado del Bósforo

Puesta de sol del centro histórico de Estambul desde Kadıköy

El miércoles volví de pasar unos días en Estambul, una ciudad en la que podría perfectamente quedarme varios meses a explorarla.

Y aunque apenas disfruté de tres días enteros, intenté exprimir al máximo la experiencia. Esto, en mi caso, es algo diferente a lo que puedas tener en la cabeza.

La parte más conocida de Estambul es el área histórica de lo que antaño fue primero Bizancio y luego Constantinopla. Es el lugar donde están los iconos más importantes (Santa Sofía, la Mezquita Azul, el Gran Bazar, el hipódromo, el palacio Topkapi...) y por tanto el lugar donde los turistas pasan la mayoría de tiempo.

Yo —que también soy un puñetero turista, no confundamos— no pasé más de medio día en la zona antigua.

No porque no me interesara, de hecho Santa Sofía me dejó sin habla. Pensar que fue construida hace 1500 años me sigue pareciendo irreal. Pero no había ido a Estambul a observar solo la parte histórica.

Hay algo más que me apasiona de viajar y es el observar lo cotidiano, lo mundano, y las distintas caras de un lugar.

Estambul es una ciudad de más de 15 millones de habitantes. Imagínatelo. Cada distrito es como una ciudad entera, así que intentar hacerte una idea general de cómo es la ciudad después de haber pasado unas pocas horas en el casco histórico o merodeando por el Gran Bazar es... poco preciso.

Antigua basílica de Santa Sofía

Así que pasé la mayor parte del tiempo intentando descubrir las caras menos obvias de la ciudad. Me alojé cerca de la plaza de Taksim, el centro neurálgico del Estambul moderno y paseé por el barrio de Eyüp, de ambiente otomano y totalmente opuesto.

Crucé el Bósforo para recorrer las calles del cosmopolita distrito de Kadıköy y me perdí por las de los suburbios de Fatih, más allá de la antigua muralla. Tuve tiempo de salir por el barrio bohemio de Beşiktaş y de observar a la gente del centro financiero de Levent.

Mi anfitrión de Airbnb me miraba con cara de incrédulo cuando le contaba mis planes.

Obviamente esto es nada comparado con pasar unos meses o años viviendo en la ciudad, pero me permite hacerme una mejor idea de la “realidad” de la ciudad, de su cultura y de su gente. Y es algo que elimina o al menos reduce el efecto que los prejuicios tienen en nosotros.

La próxima vez que visites un lugar te invito a que dedices un día (o al menos medio) a perderte por las zonas menos turísticas y contemplar así lo cotidiano y lo real de las personas que lo habitan.

Entradas relacionadas:

Vista de la Alhambra en mi última visita a Granada.

Estos últimos días he estado haciendo un curso avanzado de analítica web y, como te imaginarás, tengo la cabeza hecha un bombo entre tanto número, ratio y gráfica. La analítica web se puede complicar hasta el infinito si le dedicas el tiempo suficiente.

Aunque yo no quiero llegar a ser un experto en el tema, si tienes un negocio/proyecto online es imprescindible que le prestes atención a las métricas que te indican cómo está funcionando. Toda acción — de diseño, de marketing, de estrategia, etc. — debe perseguir un objetivo útil y su efectividad ha de ser medida (con métricas, sí, si me permites la redundancia) para saber cómo está contribuyendo en el éxito de la empresa.

Y dado que por culpa del curso este últimamente hasta sueño con métricas, me ha dado por pensar y preguntarme, ¿cuáles son las métricas que usamos en la vida para analizar nuestra situación?

Me explico: Si quiero evaluar cómo me ha ido este mes o este año respecto al anterior, ¿qué métricas uso? ¿en qué datos, números o informes me baso para saber si la situación ha mejorado o empeorado?

Parece obvio que la métrica reina es la facturación, el sueldo, el money, ¿no? Es la más común a la hora de evaluar situaciones laborales. Si en otro curro pagan más, pues me voy allí. Y dado que lo primero que parece definir a una persona es su trabajo, podríamos extrapolar el salario como la métrica que más peso tiene en nuestra sociedad.

Además es fácil de analizar porque obtenemos el dato cada mes al cobrar y cada año al hacer la declaración. Si cobro más que el año pasado, mi situación ha mejorado. Sencillo. Para no pensar.

Pero, ¿es ese un indicador válido? Cualquier experto en el tema te dirá que una de las claves para que funcione una empresa y logre su objetivo es saber elegir bien las métricas que sirven de guía. Y lo mismo pasa en la vida real.

Normalmente todos tenemos unos objetivos en la vida más o menos relacionados con la felicidad, autorrealización, servicio, etc. Entonces, en base a ese objetivo que tú te hayas planteado ¿qué métricas estás utilizando para evaluar tu progreso?

Te dejo con algunas métricas "alternativas". Otros números que quizás quieras plantear empezar a utilizar en tus evaluaciones anuales.

Es una pequeña lista muy subjetiva, lo sé. La idea es que tú te detengas un momento en pensar qué métricas son importantes en tu vida. Escríbelas y anota los resultados.

El año que viene te lo recordaré.

Siguiendo con la costumbre de los años anteriores (2015 y 2016), voy a hacer una revisión del año pasado, tanto de lo bueno como de lo que no salió como tenía pensado. Y haré un intento de adivinar cómo será este año que acaba de comenzar. O al menos los objetivos que me he marcado.

En el tren, viendo pasar el año.

Lo que fue

En enero me fui a vivir a Murcia con María. En ese mismo mes nevó en la ciudad por primera vez en 34 años. ¿Casualidad? No lo creo. Estoy seguro de que el universo no había asimilado mi llegada a la región y ocurrió el típico error en Matrix.

Estar aquí me permitió centrarme y sacar el curso de Lanzzame en marzo. Las buenas opiniones (he creado una página específica para mostrarlas) me han animado a seguir ampliando y mejorando el contenido.

Sin dejar de trabajar como diseñador web, he comenzado a dar mis primeras charlas/sesiones/talleres sobre marca personal, comunicación y presencia online. Hablar en público es algo que no se me da mal y este año seguiré con ello.

En mayo estuve en Dinamarca y en junio recorrí Portugal de sur a norte. Este año no he viajado mucho al extranjero pero he visitado buena parte de la península.

Estoy agradecido por todo lo bueno que he vivido este 2017, por la gente con la que lo he compartido y por aquella que ha entrado en mi vida.

Lo que no fue

Pocas cosas no fueron, pero muchas pudieron haber sido más, mejores o más rápidas.

Ha habido momentos durante este año pasado en que me he quedado bloqueado, sin conseguir dar el siguiente paso. En otros momentos me he sentido saturado por intentar abarcar demasiado. Y en otros no he sido lo eficaz que debía haberme exigido.

Entre lo que no fue, inicié un proyecto empresarial con un amigo relacionado con la arquitectura interactiva, pero a los pocos meses nos dimos cuenta de que el mercado no estaba preparado. Lo hemos dejado en pausa.

En todo el 2017 no he escrito ninguna entrada en otros blogs ni he estado demasiado activo en las redes sociales (excepto en Instagram, donde he superado los 11k seguidores). No he intentado promocionarme de ninguna manera o hacer networking. Eso no significa que no he conocido a otros bloggers, emprendedores y freelance, pero simplemente porque me parecían gente interesante. Sigo encontrando una barrera psicológica brutal en buscar activamente más alcance. Tal vez sea falta de estrategia u organización. O tal vez porque veo tanto humo en el mundo del marketing online que me provoca rechazo. Desde luego es algo a mejorar en este año.

Es curioso, del 2016 dije que fue un año de aprendizaje, experimentación y descubrimiento. Del 2017 podría decir lo mismo, aunque afortunadamente poco a poco voy definiendo mejor mi camino.

Lo que será

Plantear los objetivos de todo un año me recuerda mucho a elaborar un plan de empresa. Todo parece bonito y motivante hasta que empiezas a vivirlo. Ahí es donde aparecen los cambios de planes y los imprevistos. ¡Y eso es bueno! Hay que estar abierto a lo que va viniendo pero sin perder de vista esa visión o esa meta que sirve de guía.

Así que voy a intentar compartir contigo cuáles son esos objetivos que me he marcado, al menos para estos primeros meses:

¿Y tú?

¿Qué objetivos tienes para este año que comienza?

«Mmm... a ver, ¿qué me pongo hoy?»

En el email de la semana pasada comenté que había renovado parte de mi armario comprando 7 camisetas iguales. Como algunos me contestasteis con preguntas, escribo esta entrada para explicar por qué siempre visto de la misma manera y por qué ha sido una de las mejores decisiones que he tomado.

1 / Razones prácticas

Tengo pocas cosas, así que con la ropa no iba a ser distinto. Normalmente visto con vaqueros y camiseta negra, excepto en verano, que uso blancas.

Esto facilita enormemente mi día a día. Me evita tener que tomar decisiones por la mañana, así que pierdo menos tiempo y energía. No tengo que pensar en qué combina con qué ni si estoy repitiendo conjunto esa semana (o sea... ¡sacrilegio!).

Por supuesto, hacerme la mochila para preparar un viaje es cosa de 10 minutos. Y eso es brutal.

Tampoco pierdo tiempo en ir de compras. Cuando necesito reponer algo lo compro online en 5 minutos (porque ya sé exactamente lo que busco) y me lo traen a casa.

«Joder tío, qué aburrido eres. ¿A quién se le ocurre ponerse ropa idéntica todos los días?» Pues a Mark Zuckerberg, a Steve Jobs, a Barak Obama... No soy el único que viste siempre igual. Y sí, me acabo de meter en el mismo saco que estos cracks, deal with it.

Al final es lo de siempre: gestión de recursos. Tiempo, energía y dinero que reduzco de un área de mi vida que me parece superficial y lo empleo en otra que tiene más importancia para mí, sea viajar, leer o tomarme unas cervezas con amigos.

2 / Razones éticas

La industria de la moda es una mie*da.

No me malinterpretes. Como diseñador me parece muy interesante el diseño de moda y he asistido a varias exposiciones de diseñadores jóvenes. La industria, por otro lado, es la responsable de fomentar en la sociedad un consumo irresponsable y poco sostenible de prendas que se renuevan cada dos semanas en las tiendas de las marcas grandes.

Modas cíclicas, colores y cortes que se llevan un otoño y se vuelven obsoletos el siguiente. Prendas que marcan nuestro estrato social, tribu urbana y nivel económico. Padres que prefieren llevar de compras a sus hijos antes que de viaje. «¡Es que tiene que ir bien guapo!». Yeah, ok. Una sociedad forzada a "estar a la última" para encajar y que juzga a las personas basándose en lo que llevan puesto.

La manera en que lo hemos asumido como norma es escalofriante. Así que decidí bajarme del carro. Ya está. Ya no juego. Cojo mi balón dinero y me lo llevo a casa.

Creo que es importante que exploremos las verdaderas razones detrás del acto de comprar una prenda de ropa. ¿Necesidad real? ¿De qué tipo? ¿Estoy acumulando o reponiendo? ¿Hay alternativas? ¿Qué estoy sacrificando a cambio?

En fin, espero que esta entrada no haya quedado muy snob. No pretendo dar lecciones a nadie sino, como siempre, mostrarte otros puntos de vista.

Yo soy feliz con mis vaqueros y mis camisetas aburridas.

Desconectado de las redes sociales en una ruta por los Pirineos

Sin cobertura. Una ruta por los Pirineos.

Hace unos años conocí en una fiesta en un albergue de Lyon a un chaval mexicano con el que intercambié el Facebook para seguir en contacto. Y como pasa casi siempre con las personas que conoces fugazmente, el contacto a partir de ahí fue nulo.

Sin embargo dio la casualidad de que él se encontraba viviendo en Pekín cuando yo viajé allí. Gracias a Facebook nos pusimos en contacto y fue de gran ayuda a la hora de conocer la parte menos turística de la ciudad, alojarme y ayudarme a comprar los billetes de tren.

No puedo negar que Facebook me ha aportado mucho. Me ha permitido seguir en contacto con gente que he ido conociendo en el camino. Ahora tengo una lista inmensa de ciudades de todo el mundo a las que puedo viajar sabiendo que no me voy a sentir solo cuando llegue.

A pesar de ello soy consciente de los inconvenientes que derivan de su abuso. El uso desmesurado que hacemos de las redes sociales ha neutralizado nuestra capacidad de atención y de vivir con consciencia el momento presente. La continua búsqueda de aprobación, de likes y de atención nos ha enganchado a un un servicio que, si no pagamos por él, es porque somos el producto.

Hace unos días un artículo de The Guardian causó bastante revuelo. El propio creador del botón de Like de Facebook y otras figuras del entorno tecnológico advertían del crecimiento de la llamada "economía de la atención" y de un internet moldeado alrededor de las demandas de una economía publicitaria.

No soy un tecnófobo ni un antisocial. Todo lo contrario. Pero creo que emplear una hora al día en el scroll infinito del muro de Facebook, Twitter o Instagram es síntoma de que todavía no hemos aprendido a integrar estas herramientas en nuestra vida de una forma sana.

¿Qué sugiero? Que tomes el control sobre ellas para aprovechar sus ventajas sin dejar que te perjudiquen ni te hagan perder más tiempo del necesario.

Cómo tomar el control sobre las redes sociales

Aquí te dejo algunas de las acciones que he tomado yo y que me funcionan. Siéntete libre de utilizar las que quieras:

  1. Desactiva las notificaciones. Todas.
  2. Si lo único que quieres es mantener el contacto con amigos, utiliza la aplicación de Facebook Messenger o entra directamente a la web sin pasar por Facebook y su muro/pozo-infinito-de-distracción.
  3. Automatiza tus publicaciones en las redes sociales con aplicaciones como Buffer o desde el propio WordPress si es para compartir una de tus entradas de blog.
  4. En lugar de descargarte las aplicaciones de Facebook o Twitter, utiliza un marcador a la página web. Esto evita la reproducción automática de vídeos en el timeline.
  5. Utiliza extensiones en tu navegador como FBPurityy News Feed Eradicator para ocultar el muro de Facebook y otros elementos molestos.
  6. Deja de seguir a las personas que provocan en ti sentimientos negativos con lo que publican. En Facebook es fácil: Publicación negativa > Botón de puntos > Dejar de seguir a x. En Twitter puedes usar la función de enmudecer o directamente unfollow.
  7. Practica la meditación para educar tu mente en el enfoque y la plena consciencia.
  8. Emplea más tiempo viviendo que compartiendo mostrando lo que vives.

¿Se te ocurre o utilizas alguna más? Comparte tu sabiduría 😉

Hace 6 meses que no consumo noticias. No las veo en la televisión ni leo el periódico, sea impreso o digital.

Dejé de verlas en la TV hace años. Me parece absurdo cómo nos tragamos las noticias que una empresa selecciona, filtra e interpreta por nosotros. Así que, como mucha gente, me pasé a los medios digitales.

Pero hace medio año que también dejé de leer los periódicos online y corté con todo canal informativo. ¿Por qué? Porque no me aporta absolutamente nada.

Cuando entro a leer un periódico me encuentro con la enésima noticia de Trump. O con las pruebas con misiles que está haciendo Corea del Norte. O con la noticia de otro político que no estaba satisfecho con su sueldo y ha decidido complementarlo con un porcentaje de las arcas municipales. O un capítulo más del pulso independentista de Cataluña. O que el IBEX 35 ha caído/subido 2 puntos.

¿Tiene repercusión en mi vida? Es posible. ¿Pero puedo hacer algo al respecto? A no ser que tenga el teléfono de Trump para llamarle y decirle que deje de hacer el ridículo (en cuyo caso dudo mucho que me hiciese algo de caso), mi poder está limitado a votar cada 4 años a un presidente que me represente y un partido político que gestione mis recursos.

Entonces, ¿qué utilidad real tiene para mí saber todo esto? Ninguna. Cero.

Es más, tiene una "utilidad negativa" porque estas noticias me transmiten emociones negativas (enfado, tristeza, frustración...) que pueden distraerme, cambiar mi humor o afectar mi trabajo.

¿Has leído las noticias hoy?

© Cyanide & Happiness

Ahora, 6 meses después, te aseguro que este minimalismo informativo ha sido una gran decisión y que voy a seguir viviendo en mi burbuja anti-noticias. He ganado tiempo libre y no creo haber sacrificado nada a cambio.

¿Qué no puedo tener conversaciones de cuñados con mis amigos sobre el último enredo en el parlamento? Mejor, las tendremos sobre cosas más interesantes.

Esto no quiere decir que no esté al corriente de la actualidad. Sigo blogs de tecnología, ciencia, arquitectura y diseño que me mantienen actualizado en aquellos temas que me interesan y sobre los que yo decido estar informado.

Por otra parte, mi círculo cercano me filtra las noticias más importantes, las que me afectan de manera directa (p.e. cambios en la ley de autónomos) o en las que sí puedo tomar una parte activa en el problema (p.e. causas solidarias, manifestaciones, actividades, etc.).

Por sorprendente que parezca, el sol sigue saliendo por la mañana. Lo digan o no en las noticias.

-

PS: Si aún no estás en mi lista de correo y no te has enterado, he sacado un curso gratuito de marca personal que estoy seguro te va a dar un buen par de ideas para potenciar tu valor como profesional. ¡Échale un ojo aquí!

Mi camino hacia el minimalismo no sucedió de un día para otro sino que fue consecuencia de un estilo de vida nómada y la aplicación al resto de aspectos de mi vida. Es un camino que todavía sigo andando.

Minimalismo en una imagen: Mi equipaje durante 9 meses de viaje.

Todo lo que necesité durante los 9 meses que viví viajando por Asia/Oceanía.

"El minimalismo no es la cultura de la abnegación, la privación o la ausencia: no viene definido por lo que falta, sino por el carácter acertado de lo que está presente y por la riqueza con la que se experimenta". - John Pawson

Me considero minimalista. Es algo que he dicho en más de una ocasión y que considero tan importante como para dedicarle una porción del Sobre mí, sin embargo nunca he llegado a escribir una entrada acerca del tema.

Supongo que me cuesta. Quizás por no considerarme un experto, pero creo que siempre podemos aportar nuestro punto de vista y que eso lo hace valiosamente único. Así que me he decidido a compartir el camino que me llevó al minimalismo.

Minimalismo por obligación

A los 18 me mudé a Valencia para estudiar arquitectura. A partir de ese momento no he dejado de cambiar de lugar de residencia cada pocos años, meses e incluso días.

Recuerdo llegar a Trondheim (Noruega) con dos maletas grandes y otra pequeña para el año que iba a estar de intercambio académico. Y unos años más tarde llegar a Nagoya (Japón) con una maleta menos. Hasta al final ser capaz de vivir viajando por Asia durante 9 meses con apenas las cosas que me cabían en una mochila de 10-12 kilos que ni siquiera facturaba.

Con cada cambio de lugar me daba más y más cuenta del lastre que suponen las posesiones, de como limitan nuestra libertad y actúan de anclas.

Y por supuesto no se trataba solo del lastre a la hora de moverse, sino también de un cambio radical en mis prioridades a la hora de gestionar los recursos. Viajar y vivir nuevas experiencias pasó a ser tan importante para mí que no contemplaba gastarme dinero en algo que no me aportase vivencias o conocimiento.

¿Por qué querría comprarme una camiseta de 60€ con el nombre de un diseñador o un símbolo estampado a la altura del pezón cuando por ese dinero podía volar a Roma, visitar el Coliseo, comer un plato de pasta y volver a casa?

A partir de entonces tengo claro que lo que entra en mi vida ha de tener una razón muy buena para hacerlo y, además, sustituir otra. Algo entra, algo sale.

De algo práctico a una filosofía de vida

Resultó que ese ejercicio de identificar lo esencial y eliminar el resto que fui implementando y mejorando durante los últimos años tenía un nombre: Minimalismo.

A medida que leía sobre el tema fui aplicando el mismo principio esencialista que empleaba con mis posesiones a otras áreas de mi vida: relaciones personales, información, tiempo...

El minimalismo es alejarnos del consumismo extremo y plantearnos cuál es la verdadera razón por la que compramos algo. ¿Qué te aporta? ¿Qué mejora? ¿Qué sacrificas a cambio? ¿Horas de trabajo?

El minimalismo es dejar de intentar agradar o contentar a todo el mundo y centrarnos en mantener a nuestro lado a la gente que realmente nos importa. Ser más honesto con nosotros mismos y con los demás. Ser auténticos. La gente que permanezca contigo es aquella por la que te has de preocupar.

El minimalismo es filtrar toda esa información que nos satura diariamente y saber consumir la que de verdad nos va a aportar algo valioso. ¿De verdad necesitas conocer la vida privada de Ronaldo o de Messi, o leer la enésima lista de las 17 cosas que no sabías sobre los erizos de mar?

El minimalismo es saber decir que no. Saber priorizar para ser dueño de nuestro tiempo. Saber elegir aquellas actividades y proyectos que nos apasionan y que están alineados con nuestros valores. Saber detenernos un momento y reflexionar hacia dónde queremos dirigirnos para que no sea la inercia de la sociedad y el entorno el que nos marque el camino.

Al fin y al cabo el minimalismo es tomar el control de nuestra vida poniendo el foco en lo que consideramos importante y eliminando o reduciendo aquello que no está alineado con nuestro propósito.

Esta entrada pretende ser una respuesta general a todos los correos y mensajes que diariamente recibo preguntándome cómo se puede ganar dinero en internet o montar un negocio online.

Bosco Soler trabajando en su negocio online en una piscina de Bali, Indonesia

Trabajando después de una sesión de surf en Bali, Indonesia (2014)

Desde que hace 3 años cogiese mi mochila y decidiese dejar la arquitectura de lado para viajar y trabajar en remoto nunca he dejado de recibir mensajes de lectores que me preguntan cómo "ganar dinero por internet e irse a viajar por el mundo".

Esto no es nuevo. A raíz de mi participación en Yuzz, un programa de formación para emprendedores, varios amigos y conocidos me han ido contado sus ideas de negocio. No me considero alguien con la experiencia suficiente como para andar dando directrices, pero quizás la entrevista que me hizo Joan Boluda en su Late Show me haya animado a escribir esta entrada y a darte 3 condiciones que deberías tener en cuenta a la hora de evaluar una idea de negocio.

1 / Viabilidad de tu idea

Es la más obvia, ¿no?. El proyecto tiene que resolver un problema real con una solución adecuada.

Has de emplear tiempo conociendo el problema y la audiencia a la que te diriges, entender cómo están resolviendo ese problema hasta el momento (competencia) y si tu solución incluye una propuesta de valor única lo suficiente atractiva como para que sea adoptada. Has de estudiar el modelo de negocio y los flujos de ingresos y gastos, tus socios/aliados clave, los canales que vas a utilizar para darla a conocer, etc. Esto, como ves, va más allá de tener una idea.

Sin embargo que tu idea sea viable no debería significar un "me lanzo a la piscina de cabeza". ¡Y menos en el mundo online! Internet ha eliminado las barreras de entrada a la hora de montar un negocio y por menos de 100€ te puedes montar una web y empezar a vender un producto digital. Además de lo atractivo que resulta el poder trabajar con tu portátil desde cualquier lugar. Eso, y que se compita a nivel global y no local, hace que te estés lanzando a un mar completamente saturado, incluso en los nichos más específicos, y que con toda seguridad haya muchos otros con tu misma idea.

¿Qué va a hacer que tu proyecto destaque y triunfe por encima del resto? Que tengas en cuenta las siguientes dos condiciones.

2 / Empleo de tus fortalezas

Imagínate que dos personas tienen la misma idea: montar un ecommerce de café de Colombia. Ambos estudian la viabilidad del negocio y lo ven factible. Sin embargo uno ha vivido varios años en Colombia y el otro no, por lo que partiría con cierta ventaja al tener gente de confianza que pueda ayudarle desde allí. O que sabe montar una plataforma de ecommerce, o que sabe muchísimo sobre el café y sus variedades... ¿se entiende?

¿Qué fortalezas son las que hacen de ti la persona adecuada para llevar tu proyecto adelante? Puede ser conocimiento sobre la materia, sobre las herramientas, recursos económicos o de tiempo, contactos, etc. Pero si no utilizas tus fortalezas partes con desventaja respecto al que sí las utiliza.

Es sorprendente la cantidad de gente que veo que empieza un negocio online sin apoyarse en ninguna de sus fortalezas, simplemente porque ve un atisbo de viabilidad en la idea. Pero de nuevo, recuerda que internet es un mercado saturado y que antes o después vas a encontrar a alguien con una idea similar a la tuya.

Conócete, conoce tus fortalezas y piensa de qué manera puedes emplearlas para diferenciarte y destacar frente al resto.

3 / Pasión por el proyecto

¿Pasión? Sí, y mucha. Porque emprender es una carrera a largo plazo. Si lo que estás haciendo no te apasiona vas a querer tirar la toalla muchas veces, y vas a sentir el camino mucho más cuesta arriba. La pasión está relacionada con la entrega y con la perseverancia.

Esto es cuestionable, por supuesto. Y habrá gente que no lo contemple en la ecuación porque aspira a montar un negocio que le de dinero y permita jubilarse cuanto antes. Yo no opino así. Prefiero emplear mi tiempo en un proyecto que me apasione, que aporte valor y con el que disfrute trabajando, porque entonces no lo siento como trabajo.

Y es que realmente, en todos estos meses que he estado ideando, creando y mejorando Lanzzame, he disfrutado del camino y he aprendido a amar el proceso porque me apasionaba el proyecto.

En definitiva, ideas viables y maneras de ganar dinero en internet hay millones. Yo mismo tengo una libreta donde voy anotando ideas que pasan ya el primer filtro de viabilidad. La lista es considerable. Y es cierto que puedes sacar adelante tu negocio sin tenerte en cuenta, pero hay más posibilidades de que triunfe si se sostiene sobre tus fortalezas y cuenta con tu pasión como aliada.

¿Qué opinas? ¿Tienes estas condiciones en cuenta cuando se te ocurre una idea? ¿Falta alguna?

 

Hace unas horas leía una serie de consejos de Gary Vaynerchuk a una chica de 22 años y me quedaba con esta frase:

"Has de amar el proceso." (más…)

El miércoles pasado, durante una sesión sobre marca personal que di en el centro Yuzz de la Universidad de Valencia, estaba explicando un ejercicio de autoconocimiento cuando uno de los chavales asistentes me preguntó (más…)

El año pasado escribí una entrada (aunque un poco tarde) sobre mi evaluación del 2015. Este año hago lo mismo con el 2016.

(más…)

Hace un año viajé a Silicon Valley con un grupo de 40 jóvenes de toda España. Lo que aprendí allí fue valioso. Lo que aprendí aquí fue impagable.

(más…)